Desafíos de la innovación: más mujeres y perseverancia para esperar resultados
El primer encuentro del año del club #SomosFinancieras abordó cómo las empresas, las startups y la academia están midiendo e impulsando la innovación.
- T+
- T-
La innovación en las empresas, startups y la academia fue el tema que se abordó en el primer encuentro del año de la iniciativa #SomosFinancieras, impulsada por Diario Financiero, la consultora Vinculación y el ESE Business School, de la Universidad de los Andes.
El CEO de Echeverría Izquierdo, Pablo Ivelic, la directora de Endeavor, Pamela Chávez, y el director del Centro de Innovación y Emprendimiento del ESE Business School, Iván Díaz-Molina, participaron en el evento titulado: “El camino de la innovación en las empresas: colaborando, aprendiendo, cambiando”.
Al inicio del encuentro, los tres panelistas concordaron en que antes de empezar cualquier de conversación sobre el tema, hay que definir qué es innovación para cada interlocutor.
Ivelic contó que en Echeverría Izquierdo iniciaron un proceso formal de innovación hace siete años, y lo definieron en base a tres conceptos. El primero es que fuera una iniciativa que no estuviera implementada en la industria en Chile. El segundo es que tuviera un impacto económico de al menos $ 200 millones, lo que permitía también separar los procesos de mejora continua con innovación propiamente tal. El tercero hace referencia a los plazos: se considera innovación un proyecto con menos de cinco años desde su implementación o que se le ha dado 10 usos.
Chávez, por su parte, distinguió la innovación en dos tipos: disruptiva e incremental. “La innovación incremental no es mejora continua, y la disruptiva no es creatividad”, afirmó. La diferencia principal es el modelo de negocio, dijo, y detalló que la disruptiva siempre está asociada a una patente de innovación “porque eso demuestra que soy única en el mundo, o al menos en el territorio que tengo la patente”.
Paciencia y perseverancia
Díaz-Molina coincidió con Ivelic en definir innovación como algo que sea “nuevo, en el mercado relevante y que genere valor”. Explicó que en el ESE intentan entregar a las empresas, a través de sus cursos, una metodología para pedir el valor, directa o indirectamente. Aseguró que el tema cultural es muy importante, porque el costo es real, pero los beneficios son inciertos. “Pablo habló de años (…) Esperar años para resultados cuando yo estoy gastando plata… hay que tener paciencia como gerente. Esa es la realidad”.
Respecto de la innovación disruptiva, a las grandes empresas les cuesta, “porque la innovación disruptiva destruye lo existente. Y nadie, ningún director, ni gerente, quiere destruir lo que ha construido (…) Por eso es que la innovación disruptiva normalmente la hacen los startups que no tienen mochila, que no tienen nada que destruir”, planteó.
Ivelic concordó en que “efectivamente, el trabajo de innovación requiere perseverancia y requiere mucha determinación de la alta dirección. De lo contrario, lo más probable es que se fracase. Yo te voy a decir que tenemos una salvedad en nuestra empresa, que nuestro directorio no nos reta porque nos equivocamos, nos reta porque no innovamos”.
También planteó que hay que despenalizar el fallo. “Tienes derecho a fallar, lo que no tienes derecho es a no aprender del fallo”, dijo. Y aseguró que ser una empresa innovadora en un sector tradicional como la construcción les ha generado prestigio.
Proceso en Chile
Chávez destacó que ha habido varias etapas de desarrollo de la innovación en Chile. “En el año 2000 se entendió la importancia de invertir en ciencia y tecnología para generar una serie de condiciones. El foco se puso, entonces, en el desarrollo de capital humano. De ahí salió el modelo para poder tener becas para doctorar”.
Luego se fijó como prioridad patentar, pero sin entender muy bien para qué hacerlo, contó. Ahí se vio una tensión entre el foco aplicado a la industria y lo que priorizaban las universidades, que era generar conocimiento. El punto medio fue el nacimiento de las empresas de base científico tecnológica o startups. “Ellas son las que finalmente van a comercializar la tecnología y la van a modificar”, dijo.
Díaz-Molina coincidió en las etapas que ha vivido el país y lo comparó con un adolescente. Destacó, además, que se haya tomado como una política de Estado. “Yo creo que el Estado de Chile ha hecho un trabajo magnífico en innovación, porque tiene una política que con vaivenes de distintos gobiernos, ha seguido un curso razonablemente estable, fundamentalmente del año 2006, con el Presidente Lagos, que fija la política de innovación de Chile. Esas son políticas de Estado”. Eso sí, advirtió que tanto la industria como la academia se han quedado atrás.
Respecto de la evolución de la innovación, dijo que el gran aliciente para innovar es la necesidad. “Cuando una empresa está satisfecha, todo está bien. No pasa nada. Gano mucha plata. Lograr que se movilice hacia la innovación es terrible. Vino la pandemia y todos nos movilizamos y encontramos soluciones súper creativas. ¿Eso es necesidad, no es cierto?”, se preguntó.
Y destacó que existe un movimiento creciente hacia la incorporación de mujeres. “Hace 10 años las gerencias o departamentos de innovación eran una persona y esa persona era un hombre. Hoy las gerencias de innovación tienen en promedio 14 personas y el 35% de ellos son mujeres. Las gerentas de innovación el 23% son mujeres, hace 10 años era cero. ¿23 es suficiente? No, pero hay una visión de necesidad, no necesariamente de mujeres, pero sí de diversidad”, concluyó.